Perspectivas 2017 en el Instituto Fermín Toro

 

En este árido desierto en que se ha convertido el campo de discusión de temas fundamentales en la Venezuela de nuestro tiempo -donde los tópicos de debate son las trapacerías que cotidianamente se cometen en todos los ámbitos de la vida nacional-, constituyó un auténtico oasis haber asistido, por invitación del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, al foro Perspectivas Institucionales 2017, organizado por ese Instituto en conjunto con la Universidad Católica Andrés Bello. En un país donde la discusión política se ha convertido en una especie de lucha guerrillera verbal donde lo que predomina son los insultos y descalificativos personales, escuchar exposiciones razonadas y preguntas y respuestas cuyos contenidos pueden discordar, pero se respeta el derecho a la disensión, ciertamente constituye una bombona de oxígeno al intelecto. El programa contemplaba un intercambio de ideas acerca de la forma de abordar, en el año recién iniciado, las perspectivas políticas, económicas, jurídicas e internacionales que afrontará el país en los próximos meses.

Trataré de resumir, en estas breves líneas, las ideas que considero más relevantes expuestas en el acto. Después de la presentación del foro, realizada por su presidente Ramón Guillermo Aveledo, el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, expuso su punto de vista acerca de la evolución en el corto plazo de la coyuntura política. Parte de la base de que el gobierno ha profundizado la violación de la Constitución a partir de su desastrosa derrota electoral en diciembre de 2015; incontables ejemplos lo demuestran, y nos encontramos ahora en un país sin legalidad alguna en la lucha política. Las detenciones de diputados y la anulación de pasaportes para impedirles su salida al exterior son una prueba más de la barbarie a la cual estamos sometidos, pero esa represión no hace otra cosa que mostrar la debilidad del régimen. Se desconoció el derecho constitucional a la realización de un Referéndum Revocatorio y tampoco se llevaron a cabo las elecciones regionales previstas constitucionalmente. El gobierno ha tomado el camino de no hacer elecciones. Frente a todo ello, no queda otra opción que consolidar cada vez más la unidad de la oposición y un cambio en el discurso político en el que se resalte el drama de la crisis social y el logro de una mayor conexión con la sociedad venezolana, así como una elevación en el tono y fondo del mensaje político.

El economista Luis Oliveros presentó un excelente resumen de la catastrófica situación económica del país. Sus rasgos fundamentales los conocemos todos, pero vale la pena destacar algunas de las cifras que nos mostrara. En los últimos tres años, el PIB ha caído en un 26% en su totalidad y en un 29% si lo medimos per cápita. Entre enero de 2016 y enero de 2017, el precio del petróleo se incrementó 85%, pero nuestra producción cayó 11%. Nuestras reservas internacionales per cápita equivalen hoy a las de 1942 y las reales son las de 1970. El salario real ha caído 72% desde diciembre de 2012. La caída de la actividad económica y la existencia de la inflación más alta del mundo han sido ampliamente comentadas y no voy a insistir en ello. Pero lo cierto es que estas cifras han convertido a nuestra economía en una auténtica fábrica de pobres, tema al que me referiré en un próximo artículo.

El abogado Jesús María Casal, al referirse a las perspectivas jurídicas, resaltó la inexistencia de controles institucionales, especialmente en el sector militar, el incremento de la represión y el uso del Tribunal Supremo de Justicia como instrumento de control político. Asomó Casal el inminente desconocimiento de la Asamblea Nacional y la búsqueda de su desaparición. El contexto general de la violación de la Constitución se expresa claramente en ignorar la inmunidad parlamentaria, en el desprecio por el derecho al libre tránsito y en el objetivo de hacer lo posible para eliminar totalmente a los partidos políticos.

El embajador Edmundo González Urrutia nos ofreció su visión del entorno internacional en el que le tocará actuar a nuestro país, con todos los cambios ocurridos en los últimos meses y con la incertidumbre producto de los reacomodos producidos en los ámbitos políticos y económicos. El impulso de nuevas concepciones de poder, el auge del terrorismo, la irrupción de corrientes populistas, la xenofobia, las olas migratorias, la guerra cibernética y la muy probable aparición del proteccionismo como política comercial, son manifestaciones que nos van a afectar directamente. Si sumamos el llamado “efecto Trump” y las incógnitas que nos presenta, la nueva tirantez con nuestros países vecinos, la interrogante que se plantea en las relaciones Cuba-USA, nuestra situación en Mercosur y el desconocimiento de nuestro gobierno a compromisos internacionales suscritos por la República y ya consagrados en nuestra Constitución, debemos concluir que seguiremos inmersos en una política exterior de confrontación que acentuará el creciente desprestigio y aislamiento en que nos encontramos.

Como verán, un panorama nada alentador en un año que se vislumbra auténticamente terrorífico. Como ya lo decía en un artículo anterior, es muy posible que, con todo y lo terrible que ha sido el 2016, en diciembre de este año quizás estemos comentando que el pasado no fue tan malo.

Luis Beltrán Petrosini

reflexionesqd@gmail.com

Tomado del semanario «Quinto Día»

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