Nuevos desencuentros diplomáticos

Por: Edmundo González Urrutia

Un nuevo impasse, en la ya larga cadena de roces de la diplomacia bolivariana, acaba de ocurrir con el gobierno de Perú. Ya son recurrentes los insultos y el lenguaje ofensivo utilizado por las más altas autoridades en el manejo y conducción de la política exterior.

Sustituir las normas de la convivencia civilizada y de respeto mutuo por los agravios y  agresiones verbales ya forma parte del manual de procedimientos de los voceros del gobierno. Llamar, como ha ocurrido, “cobarde”, “perro del imperio”, “asesino” o “protector de delincuentes” a un Jefe de Estado, es algo grave e inusual en las relaciones internacionales.

La respuesta del gobierno peruano se inscribe dentro de lo que recomienda la práctica diplomática para estos casos: primero,  rechazar, mediante un comunicado oficial, las “inaceptables” e “insolentes” expresiones de Nicolás Maduro y de su canciller que son impropias a la conducta de dos Estados que mantienen relaciones diplomáticas; segundo, plasmar dicha reacción en una nota de protesta entregada al Jefe de Misión venezolano en Lima; y tercero, llamar a consultas al embajador peruano en Caracas, como una señal política por el malestar que generan tales declaraciones. Esto es lo que indica “el ABC de la diplomacia”.

Algo similar ocurrió hace pocos días con el Presidente del gobierno español y, como en otras seis oportunidades anteriores desde el 2014, el representante diplomático venezolano fue convocado a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid donde se le consignó la nota de protesta por las ofensivas declaraciones contra el  Presidente Mariano Rajoy.

Otra figura contra quien no se han escatimado insultos es el Secretario General de la OEA, Luis Almagro. La lista de agravios es extensa, pero incluye: “escoria imperial”, “basura y “traidor”, entre muchos otros.

Finalmente, apenas tomó posesión de su cargo el nuevo canciller de Brasil, Aloysio Nunes, recibió un augurio de la canciller Rodríguez: “comienza con mal pie” su gestión al frente del Palacio de Itamaraty.

En todos estos casos las reacciones de las autoridades venezolanas no son otra cosa que el recurso de la confrontación como “cortina de humo” para evadir las grave crisis nacional. Es la respuesta a los que denuncian la condición autoritaria del gobierno de Maduro; a los que han pedido la liberación de los presos políticos en Venezuela; a los que  solicitan respeto por los derechos humanos; o a los que denuncian la ausencia de la separación de poderes.  Quien se salva, por ahora, es el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Hasta cuándo?. Ya veremos.

 

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