Que pasó en la OEA

Por: Edmundo González

La Vigésima Novena Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros de la OEA concluyó con la decisión de permanecer en suspenso y se reanudará en fecha próxima, antes de la Asamblea General de la organización que tendrá lugar a mediados de junio, por lo que conviene subrayar algunos puntos sobre este encuentro.

En primer lugar, el hecho mismo de que una mayoría (19) de los países miembros hubiese aprobado la convocatoria a una reunión extraordinaria de Cancilleres para analizar la situación en Venezuela, es de suyo importante y revela la preocupación que existe en muchos gobiernos del hemisferio por la gravedad de la crisis que vive el país, una crisis que a juicio de algunas delegaciones no es fácil contenerla.  

Segundo, fueron muchas las cosas que se dijeron en la reunión. Sin ambages, un buen número de cancilleres manifestaron la necesidad de poner fin a la violencia, denunciaron las graves violaciones a los derechos humanos, la represión despiadada de los cuerpos de seguridad contra los manifestantes, y el incumplimiento de los compromisos asumidos por el ejecutivo en el primer ejercicio de diálogo con la oposición. Se exigió al gobierno de Nicolás Maduro la liberación de los presos políticos, restituir las atribuciones de la Asamblea Nacional, la apertura de un canal humanitario para aliviar la crisis del desabastecimiento de alimentos y medicinas, y la urgencia de que se establezca un calendario electoral con la presencia de observadores internacionales confiables.

En el mismo orden, varios jefes de delegación no sólo deploraron la propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, sino que también solicitaron expresamente al gobierno de Maduro suspender dicha iniciativa, así como el cese de las detenciones arbitrarias y la supresión de los juicios a civiles sometidos en tribunales militares.

Tercero, varios cancilleres que apuestan por una solución pacífica y electoral a la grave crisis del país, respaldaron la participación del Vaticano en un eventual proceso de diálogo. Igualmente importante fue la propuesta asomada por algunos cancilleres de conformar un mecanismo de facilitación o Grupo de Países Amigos con la participación del Vaticano y de la ONU, para contribuir a la restitución del orden democrático, la reconciliación y la convivencia entre los venezolanos.

Cuarto, quedó claro también que si bien la comunidad internacional adhiere y reconoce el principio de no intervención en los asuntos internos de otro Estado, no puede quedarse de brazos cruzados frente a la magnitud de esta crisis de gobernabilidad que vive el país y la responsabilidad que tiene de promover la paz, la seguridad y la democracia.

Para esta cita se habían presentado dos proyectos de declaración. Uno patrocinado por Perú, Canadá, México, Estados Unidos, Panamá y otros. Y el presentado por Antigua y Barbuda. Ambos tenían en común el pedido al gobierno venezolano de retirar la propuesta de realizar una Asamblea Nacional Constituyente.

Sorpresivamente, a última hora, se presentó un tercer proyecto en nombre de la CARICOM, lo cual dificultó las largas y delicadas negociaciones que se venían adelantando por tratar de conciliar los dos proyectos originalmente presentados. Al final, Antigua y Barbuda retiró su propuesta y se sumó a la de CARICOM, pero ya se había perdido un tiempo valioso que impidió conciliar ambos proyectos y en consecuencia no se logró el consenso. Un nuevo texto será presentado antes de la Asamblea General de la OEA.

La Organización perdió una oportunidad para hacer valer el compromiso de los países miembros con los valores y principios democráticos –uno de los pilares fundamentales de la OEA- al no lograr un consenso en una “declaración” cuyo valor era la sanción política al régimen venezolano. De nuevo primaron otro tipo de intereses de “amistad” y “cooperación”.

 

 

 

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