La Declaración del Grupo de Lima

Por: Edmundo González Urrutia

Pocas veces en una reunión de Cancilleres las intervenciones de los participantes  y el texto final de su declaración concluyen en los términos tan contundentes como lo reflejó la Declaración de la Tercera Reunión del Grupo de Lima sobre la situación en Venezuela, aprobada en Toronto, Canadá,  el pasado 26 de octubre.

Apartados de las formalidades y matices diplomáticos, los doce  cancilleres reiteraron su rechazo a los actos de intimidación, manipulación coacción social, y condicionamiento del voto, entre otras irregularidades cometidas por el gobierno en la jornada electoral del pasado 15 de octubre, para agregar que se requiere con urgencia la revisión del sistema electoral, la renovación de las autoridades del Consejo Nacional Electoral y un cronograma que debe realizarse bajo la supervisión de observadores internacionales independientes.

Citando cifras de fuentes autorizadas, describen la agudización de la crisis humanitaria en Venezuela y solicitan al Secretario General y al sistema de la ONU que contribuyan a atenderla.

Declararon que la única salida pacífica a la crisis que vive Venezuela es mediante un acuerdo negociado entre las partes, con base en las condiciones previas solicitadas por la oposición. Esto quiere decir: de acuerdo con las exigencias señaladas por el Secretario de Estado del Vaticano en su carta del 7 de diciembre de 2016.

Los copresidentes del encuentro, la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, y el Canciller peruano, Ricardo Luna, fueron muy claros. La primera advirtió que no se quedarán de brazos cruzados frente a la crisis venezolana, al tiempo que su homólogo afirmó que “Nuestro objetivo es crear una situación que permita la solución más rápida y también determinante para alentar al gobierno venezolano a negociar de buena fe, no sólo para resolver el crisis, sino también para que el régimen por sí mismo deje el poder, ese debe ser hoy nuestro objetivo central”.

En línea con otros llamados de la comunidad de naciones democráticas, la declaración envía una exhortación a la oposición venezolana para que mantenga la unidad como condición “indispensable” para una solución a la crisis. Este llamado a los opositores es importante en momentos en que se agudiza la crisis y el gobierno aprovecha la debilidad circunstancial de la alianza y la desconfianza que se ha generado en el voto como herramienta de cambio, para fijar una fecha de las elecciones municipales el venidero mes de diciembre.

El régimen, con todas sus argucias, trampas y coacciones ha logrado, por ahora, desmovilizar a las fuerzas opositoras.  Esa, y no otra,  ha sido su mayor victoria. Por lo tanto, es imperativo recuperar la unidad para superar la desesperanza y reconstruir un país que se hunde en el más profundo abismo.

La “unidad”, esa que con esfuerzo construimos desde 2009 y que fuimos a las pasadas elecciones, y las actuaciones subsiguientes de algunos factores políticos, fueron tan sólo un “espejismo”. El único camino para vencer la dictadura es el de construir una férrea unidad. Una que tenga bien claro los objetivos, una visión estratégica, una conducción política acertada y una sola voz hacia el exterior. Pero también es necesario, como lo pide el Grupo de Lima, un sistema electoral confiable, con nuevas autoridades nombradas por la Asamblea Nacional y con supervisión internacional calificada.

Siendo la Asamblea Nacional la instancia reconocida internacionalmente, como la única y legítima representante de la voluntad de los ciudadanos, podría ser el espacio natural para asumir ese papel de interlocución. A ese esfuerzo deben incorporarse los sectores de la sociedad civil.

Aprovechemos el llamado nos hace el Grupo de Lima y centremos nuestra estrategia electoral bajo ese paraguas.

Caracas, 30 de octubre de 2017

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *