Ahora Barcelona

Por: Edmundo González Urrutia

Una nueva acción terrorista cobró, al menos, 14 víctimas fatales y un centenar de heridos en otro sangriento atentado en la Rambla de Barcelona –la avenida de mayor densidad de transeúntes por metro cuadrado de Europa- y una de las ciudades de mayor atractivo turístico del mundo. La siniestra acción terrorista, ya reivindicada por el Estado Islámico ISIS, sigue un patrón similar al de los atentados en otras capitales europeas y vuelve a golpear los valores de la convivencia civilizada, de las sociedades abiertas, democráticas y plurales.

Imágenes dantescas con cuerpos mutilados esparcidos por la calle fueron repetidas una y otra vez por los medios televisivos casi al momento de ocurrido el cruento atentado.

Esta realidad chocaba ante una sociedad que se sentía poco vulnerable a este tipo de ataques luego de haber sufrido la matanza del 11 M 2004, la más grave acción terrorista en la Unión Europea, que causó 192 muertes. Desde entonces los distintos gobiernos mejoraron considerablemente las políticas anti terroristas: los cuerpos de inteligencia perfeccionaron sus recursos humanos y materiales; se adecuaron las disposiciones del código penal para enfrentar esas amenazas; no pocas células terroristas fueron desmanteladas desde entonces y así España por 13 años se mantuvo ilesa de ataques terroristas político-religioso de los yihadistas y en cierta forma se convirtió en un modelo de la lucha anti terrorista.

Son varias las lecturas que se desprenden de esta nueva acción extremista. La primera, a juicio de algunos, es la ausencia de una verdadera política común para el combate al terrorismo; segundo la urgente necesidad de actualizar los planes de cooperación e intercambio de información entre los cuerpos de inteligencia y seguridad de la Unión Europea. No menos importante es la de poner en marcha el proyecto de compartir información y la política integrada de lucha contra el terrorismo que con este atentado ha demostrado su debilidad.

Las investigaciones preliminares del atentado dan cuenta de una planificación y organización de gran envergadura capaz de hacer un daño aún más severo. Los recursos logísticos empleados, el número de terroristas involucrados y el uso de explosivos poco sofisticados, comportan un serio desafío para las autoridades a las que se les exige mayor coordinación. Sobre todo en una región donde reside un importante número de fanáticos religiosos islamistas.

Pero las sociedades no pueden dejarse intimidar por actos de barbarie como el ocurrido en Barcelona. La sociedad civil y buena parte del mundo dieron amplias muestras de madurez y solidaridad. Esa madurez política demostrada en la participación conjunta del Rey Felipe VI, del presidente del Gobierno Mariano Rajoy, del presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, los dirigentes de los principales partidos políticos y centenares de ciudadanos congregados en la plaza de Cataluña, fue una muy buena señal de un país unido.

Estamos persuadidos que la fortaleza de la democracia española no se dejará aplastar por la brutalidad del terrorismo yihadista.

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