La pertinencia del 23 de enero

Por:Luis Daniel Álvarez

Tal vez los sesenta años de la celebración de la enorme gesta heroica de la sociedad venezolana en busca de la democracia, debió generar mucho más ruido y algarabía.

Desafortunadamente, los crueles embates de la cotidianidad, en los que la gente debe buscar incluso en bolsas de basura o en enormes colas donde saciar el hambre, se unieron al objetivo del gobierno que saboteó cualquier iniciativa, para que el espíritu de la gesta no recorriera el país.

No pudo ser más acertada la escogencia de Ramón Guillermo Aveledo como orador de orden de la sesión especial de la legítima Asamblea Nacional en la que se celebraría la valiente jornada que hace seis décadas devolvió a Venezuela su estela de democracia, y envió al ostracismo al representante de una élite petulante y grotesca que se enriquecía mientras el grueso de la población sobrevivía, pululaba en las mazmorras de la tortura o debía marchar al exilio.

Llevó adelante el doctor Aveledo un discurso en el que realizó una radiografía de la Venezuela de aquellos días y las condiciones actuales, señalando que la esperanza es la cuota inicial de las grandes victorias. Cabe acotar que Aveledo, experimentado ex parlamentario, es presidente del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, ente que lleva el nombre del personaje que con valentía indicó que “no se prostituía” cuando el autoritarismo de Monagas lo convocó para que se reincorporara a su cargo como presidente del Congreso.

En un curioso ejercicio, Aveledo ahondó en que los años terminados en “8” tienden a ser decisivos en la historia venezolana, y aprovechó de señalar que para 1957 no había ningún elemento que hiciera presagiar la salida de un régimen que se ufanaba de tener absolutamente todas las aristas controladas, llegando a plantear la farsa del plebiscito de ese año, en un escenario en el que imperaban la censura, la ilegalización de los partidos y una despiadada represión, para luego ser 1958, el año en que vuelve la democracia.

En sus palabras, en las que hubo elogios al rol de Wolfang Larrazábal y a la acción mancomunada de diversas personalidades, estuvieran o no en Venezuela o fueran figuras reconocidas o anónimas, se reivindicó a la unidad como el eje fundamental que hizo posible un cambio en Venezuela.

En estos momentos, es perentorio formular un programa de gobierno y una propuesta al país para fortalecer unos principios que aglutinen a todos los que anhelan convertir esa esperanza en libertad y hacer, usando el magistral final que empleó el orador en su discurso, citando al gran Rómulo Gallegos, que “desaparezca El Miedo y todo vuelva a ser Altamira”. Parafraseando esa idea, debemos decir que en unidad, desaparecerán las tinieblas y todo volverá a ser Venezuela.

Extraído de Te lo cuento News

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